Bodega La Sorbona en Calle Extramuros, s/n, Fuensaldaña, Castilla y León 47194

Comentarios

• Javier Rodríguez

  10.03.2018
  ★ ★ ★ ☆ ☆
  Mala experiencia (quizás por mala suerte, parece buen sitio)
  
  Fuimos a comer tras preguntar en Cigales a unos señores de la zona. Queríamos comer a tiro fijo: lechazo churro y comida tradicional, a poder ser en alguna bodega subterránea.
  
  Al llegar, mucha gente (era semana santa), turistas pero también mucha gente de la zona. Pedimos para reservar y nos dicen que una media hora. Miramos por si acaso el restaurante de al lado y al verlo medio vacío decidimos esperar.
  
  Tomamos un vino de la casa (te lo ponen directamente, sin preguntarte qué vino quieres; no como mal detalle, sino como costumbre de que la gente de allí va a tomar ese vino, porque es el suyo). Esperando en la barra vimos que a alguna gente (que parecía de confianza) les ponían unos torreznos con una pintaza, pero a nosotros (y a alguna gente más) no nos pusieron nada para acompañar el vino y la espera (de una media hora).
  
  En la mesa, pedimos los torreznos, morcilla de burgos con piñones, y de segundo una ración de lechazo (había a escoger entre ración y un cuarto).
  
  Los torreznos: buenísimos. Muy grasientos, pero riquísimos. La morcilla con piñones: riquísima también, de verdad muy buena, pero muy grasienta, tanto que tuvimos que escurrir el aceite tumbando el plato y aún cayó de sobra... Hasta ahí la verdad todo muy bien. El vino, el casero que estuvimos tomando en barra, rico.
  
  Lo peor llegó con el lechazo: seco no, sequísimo. Algunos trozos parecían pollo asado seco. Tanto fue así que se lo dijimos a la camarera que nos atendió, que luego llamó al (entendemos) dueño o encargado. Al venir, recogió el plato y nos volvió con otro trozo, diciendo "os pongo este trozo, este sí que es bueno, de verdad". No teníamos tiempo y, si bien ese tenía mejor pinta, lo rechazamos porque además había pasado ya algo de tiempo y entre la situación un poco tensa y que teníamos que salir, pues no nos apetecía ya.
  
  Al rechazarlo, el hombre nos pidió mil disculpas, nos dijo que veía perfectamente lo que nos había puesto en la mesa y que eso no es lo que se puede poner; aludió a que el problema era del proveedor, que se lo iba a decir, y que nos invitaba a toda la comida (como así finalmente fue). Que a veces algún lechazo les sale mal, etc. Insistió en invitarnos a volver cualquier día para darles otra oportunidad, porque le daba pena que nos marchásemos así.
  
  En definitiva: salvo ese plato estuvo todo muy rico, y nos da la impresión de que simplemente tuvimos mala suerte con el lechazo. Aunque nunca se sabe.

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